Andrés
Picazo
Lo siniestro está en casa
Hierro en oxidación forzada
20 x 15 x 45 cm.
Madrid, España
2019
"Es buscar un hogar en un mundo de tinieblas, en un mundo oxidado, podrido por el consumo".
Mi crecimiento personal ha venido vertebrado por la búsqueda de un hogar, más que estructural, simbólico, pues aquel edificio —"casa"— que debería de funcionar como tal según las lógicas heterosexuales de producción no ha cumplido con tal función.
Al igual que muchas otras personas que devienen identidades queer, he comprendido mi hogar fuera de la arquitectura de mi casa, buscando refugios físicos, químicos, sostenidos en las estructuras de consumo, en discotecas, en cuerpos, elementos externos consumibles, incapaces de complacer mis necesidades desarraigadas de una estabilidad emocional y productiva.
"Lo siniestro está en casa" es un díptico escultórico con el que, al momento de confeccionarlo, pienso de manera consciente acerca de los espacios que habito diariamente durante el año 2019 como escenarios heterogéneos vertebrados por el poder, expresado a través de jerarquías sociales constructoras de agentes con privilegios y sujetos hípervulnerables: seguridad privada a la que obedecer, padres abusivos, profesores autómatas, alumnos con autopercepciones desbalanceadas, etc.
Mientras que una "escuela" no deja de ser un espacio de formación disciplinaria de nuevos sujetos para la producción en la cual podemos acceder a conocimiento transmitido en base a unos discursos universalizados, generalmente avales de ideas colonialistas y conservadoras respecto a políticas e ideales sociales, el "transporte público" facilita que conecten las viviendas con los espacios de producción y consumo, de manera que sea factible el tránsito por el territorio y por ende la expansión de este, la construcción de mayores zonas residenciales y la expansión de la población.
Esta interconexión de espacios finaliza en "la casa", espacios de descanso proyectadas como el objeto último del beneficio laboral, pues asegura el descanso frente a un nuevo día de producción así como es el espacio propicio para la crianza y expansión de la familia.
Estos espacios acerca de los cuáles trabajo mantienen en común ser espacios cerrados, construidos con fines exclusivamente productivos y precedidos por un contrato heterosexual tácito en la sociedad capitalista occidental, ordenante en cuanto a los objetivos que de nuevo, según estas lógicas, debemos perseguir:
Estos espacios han supuesto en lo personal y salvando las distancias, una especie de jaula en este periodo vital, queriendo huir lo mas lejos posible de una realidad que es necesaria habitar, por lo que quería construir un símil con las estrategias de la saga nipona Silent Hill la cual transforma los espacios que recorren los protagonistas (una ciudad, una habitación, un parque de atracciones, etc.) en un mundo explícitamente hostil, reflejado en el reemplazo de sus estructuras básicas por rejas de hierro oxidado, sangre y cadáveres, con el objetivo de aterrorizar a los jugadores.
Estos espacios a su vez cumplen o pueden ser vistos como casas de muñecas, ¿no? maquetas construidas para un juego en los que somos marionetas del poder, esta vez reflejado en los contextos propios y la actitud que podemos mostrar en estos espacios de guerra terriblemente cotidianos.